Hoy me levanté con ganas de hablar de cosas que no me afectan directamente en mi estado de ánimo: del tiempo, de Obama, de la palabra coleóptero... Realmente es imprescindible parlotear de todo para dejar la mente libre para cosas más importantes; tengo la teoría de que si acumulamos todas las conversaciones inútiles no nos quedará espacio para lo interesante, para los sentimientos, para las emociones, ahora, eso sí, no alternes nunca las conversaciones originales con las tópicas, porque se gasta saliva y ganas de continuar. Acaba una sintiéndose ridícula.
En el prospecto viene que han de ser sólo para romper el hielo.
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