Como muchas veces que estoy físicamente inactiva, sobre todo de noche, cuando los fantasmas del día se asemejan a los pensamientos en sueños, me acuerdo de todo lo que sucedió. Me acuerdo de las lunas, de las risas, de los llantos y todo resulta tan lejano que por un momento se vuelve cercano, aquí, conmigo, y lo dejo estar un rato, lo manoseo, lo acaricio; pronto vuelvo a la realidad y de un manotazo intento que se difumine, que no me deje rastro, que se vuelva tan, tan invisible como el surco de las lágrimas que vertí.
Y sigo andando, dejando que se escape el recuerdo hasta las próximas embestidas de sentimientos, que cada vez, gracias a dios, son más espaciadas.
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