Hoy hablaba con un amigo sobre la necesidad de una descompresión adecuada cuando se hace submarinismo, de cómo hay que hacerlo de forma pausada, haciendo paradas de varios minutos cada cierta cantidad de metros, cómo en un deporte de riesgo como es éste, hay que buscar la seguridad ante todo y la importancia de un compañero de confianza para poder disfrutar y contarlo. Pensé entonces, que era como con las relaciones personales: se baja a la profundidad de la relación con todos los mecanismos de seguridad, se saborea la belleza del paisaje, se escudriña entre los recovecos de la intimidad que proporciona lo desconocido y al final, cuando se debe volver a la realidad porque las cosas no van bien, entonces se empieza a subir con pena, con lágrimas, o lo que es lo mismo,a subir sin descompresión, sin pausas preventivas, por ello, sobrevienen las secuelas de una mala gestión de nuestro cuerpo, se sufren mareos, asfixia,angustia...Se necesitará entonces una cámara que proporcione lo que el cuerpo creó de forma inadecuada para poder vivir para contarlo.
Y es que la mayoría de las veces nos sumergimos en las relaciones con todos los mecanismos de seguridad, pero lo hacemos en compañía inapropiada y a la hora de la verdad, hay que nadar de forma compulsiva ante el miedo de la soledad en las profundidades.
Y es que la mayoría de las veces nos sumergimos en las relaciones con todos los mecanismos de seguridad, pero lo hacemos en compañía inapropiada y a la hora de la verdad, hay que nadar de forma compulsiva ante el miedo de la soledad en las profundidades.
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