sábado, 3 de enero de 2009

Se extraña...

Se extraña el color, el olor, las palabras, el suave tintineo de su risa, las caricias de unas miradas alegres hasta el ruido de su aire por los aires. Pero el tiempo pasa y las cicatrices se cierran con una pacífica tranquilidad y empiezan las neuronas a digerir que se vivió lo alegre de las situaciones con la misma intensidad que la pena de perderlas y que los minutos callados son los únicos buenos consejeros porque apaciguan con su pasar el llanto más apenado.
Se echa de menos con la misma fuerza que a veces se echa de más, así que solo hay que dejar que las situaciones se desenvuelvan, que el azar se apodere de ellas y que una se siente a contemplar la vida desde una posición holgada.

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