jueves, 18 de diciembre de 2008

Balbuceos

Acabo de escuchar cómo las palabras sin sentido dichas con susurros son tan hermosas como los balbuceos de un bebé y no porque lo que dicen tenga sabor sino porque lo que se intuye, hiere, conforta, anima, excita, relaja... Mantenerse en el aire mientras todo fluye, controlando y descontrolando para que no sea demasiado forzado ni suavemente lamioso, buscando el punto justo para mantener la vida atada y sometida a lo que la razón dicta.
Sin embargo, lo mismo que esas palabras atraviesan, otras, la no dichas, se clavan y enquistan, se agrandan en el alma y se convierten en dudas, en lágrimas o en apatía, quizás ésta última la más dañina para mí.
Por si acaso, sigo de puntillas por mi vida y abriendo oídos a lo que me tienen que decir... o no.

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