La verdad es que esto de pensar es sumamente perjudicial. Durante el día suceden cosas que nos entran por las venas y se aletargan, se quedan varadas en el corazón y se viven como si fueran sueños; listas para usarse cuando nos quedamos en casa un frío día de invierno, las sacamos a relucir en esas conversaciones productivas con un amigo o simplemente, las usamos como armas mortíferas en el fragor de cualquier batalla que se nos presenta. Acaba siendo un arsenal de vivencias que adquieren la tonalidad del día que nos toca vivir.
Hoy he decidido no pensar.
Prefiero atesorar vivencias para compartirlas con quien amo.
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