¡Qué intrincadas son las relaciones personales! ¡Cuán difíciles moldearlas a lo que necesitamos! En el día a día, se van torneando, se les tapa resquicios, se abren otros nuevos, se agrietan y acaban, se renuevan y florecen: nacen, viven, se reproducen y muchas veces mueren. Sin embargo, hay que apostar por ellas: arriesgar sabiendo que igual nos llevamos una decepción, introducirnos en sus redes y mezclarnos en ellas y con ellas, sacarles todo lo que podemos y darles todo lo que somos, en definitiva, vivir.
He decidido que quiero arriesgar aunque al final el resultado sea negativo. Porque a pesar de todo, es mucho más emocionante vivir vertiginosamente y frenar en seco, que quedarse inactiva mirando por la ventana cómo pasan las cosas a mi alrededor.Y en todo caso, tampoco hay nada mejor que hacer...
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