Ayer estuve leyendo acerca de la resiliencia, "la capacidad autoterapeútica de las personas frente al sufrimiento psíquico o moral". Me ha abierto la mente a muchas reflexiones y a la vez conclusiones, quizás ya sabidas, pero del todo ignoradas. Una de ellas surgió a partir de algunas afirmaciones del libro:"Lo que impregna de sentido a lo que percibo es la representación del tiempo, la forma en que rememoro mi pasado para disponer de mis recuerdos y deleitarme con mis ensoñaciones" o " el presente que contemplan ha quedado impregnada por su pasado, lo que provoca una deliciosa angustia de futuro". Parece ser que revivimos el pasado en nuestro presente haciéndolo formar parte de nuestro futuro de una manera u otra. Por ejemplo, vivimos una supuesta historia de amor, la volvemos a vivir añadiendo elementos que consideramos imprescindibles ( aunque en parte no son más que adornos) y se nos queda grabado a hierro en la mente, haciendo que conformemos el futuro al pasado que no existe ya ( como decía Hume). Y ahí está la clave para salir de ese círculo: asumir qué de verdad hay en aquellas sensaciones y organizarlas sin que supongan un trauma, simplemente dejándolas estar y considerar que son las que debimos vivir como parte de lo que somos. No hay caricias sin sentido, no hay palabras sin porqués, no hay nada que carezca de fundamento, pero no hay que darle forma sino apropiarse de ellas y disfrutarlas en su momento. Como tienen que formar parte de tu vida, lo mejor es prepararlas para que no resulten traumáticas y adornarlas para ser rememoradas con cariño y no con desconsuelo. Ahí está la clave. En despertar los sentidos para atesorar buenos recuerdos y que éstos ayuden a ser felices hoy y mañana.
Soy afortunada por dejarme seducir ante la vida.
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