Si esperamos a que el amor venga con bombo y platillo gritando mientras eleva sus brazos " Aquí estoy, siéntete feliz siempre" cuán equivocados estamos. Porque el amor es lo cotidiano hecho susurro: es una sonrisa a destiempo, es una discusión banal, una caricia etérea, un beso en la mejilla, unas palabras de aliento, aunque a veces desalienten, en definitiva, el mundo de lo que a veces no miramos porque parece no tener valor. Sin embargo, con cada gesto diario, por leve que sea, el amor se acrecienta y se ceba de nuestro corazón, lo hace vulnerable, lo deja desnudo en pleno desierto, inerme, pero fuerte en su textura y color.
Y si tenemos la suerte de que prospere, lo cotidiano se vuelve inmensamente extraño, singularmente descolocado, ubicuo, noble... Si no, ¡a seguir disfrutando de lo breve de la felicidad!
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