El hirviente sol asomaba entre los árboles del paseo marítimo dejando caer un pesado calor que me dejaba casi sin respiración. Caminaba sorteando bancos, papeleras y jóvenes con bicicleta con una dificultad notable, porque con el agobio del bochorno de fuera y los lastres de mi espíritu chamuscado me hacían dar bandazos de un lado a otro como si caminase ebria y ausente. Pensaba en lo sucedido, en el desarrollo de una historia que acabó antes de empezar, en cada uno de los sentimientos que se despertaron y que se sofocaron y cuando llegué al término de los paseos real y virtual, me dediqué una sonrisa. Iría a tomar algo que refrescase mi alma y mi cuerpo.
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