He mirado por la ventana para ver llegar el invierno que se ha calado en mis huesos y se ha incrustado en mi nariz, haciendo que lo tenga hasta en lo más recóndito de mi cuerpo. Lo peor de esta estación tan próxima no es el frío de fuera, que lo soporto bien y con alegría ( el verano me mata) sino el de dentro, el que se siente cuando las cosas se presentan tristes o cuando se van de las manos porque no se pueden controlar. Sin embargo, intento apaciguarlo con el calor que desprenden mis emociones y esa forma con la que intento desprenderlo en mi entorno.
Y si hoy ha sido un día helado en el corazón, espero que mañana sea cálido y tibio para equilibrarme.
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