Suenan mis palabras desde fuera, parece que no las digo yo, me dicen que no las oiga, que no existen, que en el fondo y en la forma, sólo se empeñan en marcarme un camino que no es el mío, es el de los demás, el que nace de la racionalidad y no del corazón, el que presiona los sentimientos y arremete contra la sinceridad de tener los puños cerrados y decir a todo que no. Porque las metas no existen, sólo el día a día, nada de futuros preconcertados, nada de silencios elocuentes, sólo hay que mirar alrededor y saltar si lo pide la situación.
Que suenen, que suenen... yo sigo con los oidos tapados.
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